Era una mañana fría de diciembre cuando comenzó a dibujarse en el horizonte la silueta del Monasterio de Yuso, ubicado en la bella localidad riojana de San Millán de la Cogolla. Nuestra visita a este santuario –considerado por muchos como la cuna del castellano- no era casual, ya que nuestro propósito consistía en averiguar qué hay de cierto en ello: no en vano, existen otros lugares que también se atribuyen este jugoso mérito.
Nos bajamos del coche y entramos en el ‘El Escorial riojano’. Un silencio absoluto acompañaba nuestros pasos mientras nos dirigimos al lugar con más encanto del milenario edificio, la biblioteca emilianense. Abrimos el inmenso portón que da acceso a este refugio del conocimiento custodiado por Juan Bautista Olarte, archivero del monasterio durante más de veinte años y gran conocedor de sus secretos. Mientras conversamos, nos fijamos en las estanterías que, además de sostener más de 300 documentos medievales, albergaron durante mucho tiempo las famosas Glosas Emilianenses del Códice 60, actualmente custodiadas por la Real Academia de la Historia (Madrid), y en las que se hallan, supuestamente, las primeras palabras escritas en castellano: “Datan de mediados del siglo XI y su tamaño es pequeño y constan de tres partes, sólo en la primera y en la última aparecen las glosas. Estas son las primeras evidencias del castellano”, asegura el Padre Olarte.
Durante mucho tiempo la importancia de este códice pasó inadvertida hasta que en 1911 cayó en manos del reconocido arqueólogo e historiador Manuel Gómez Moreno, quien, después de transcribirlo, se lo mandó a Ramón Menéndez Pidal para que las estudiara con detenimiento. Finalmente, el historiador gallego reveló al mundo el esbozo de un primer mapa en el que se situaba el origen de la lengua española.
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