
La pantalla del escenario principal de las fiestas de San Pedro y San Pablo de Burgos mostraba una cuenta atrás. Quedaban cinco minutos para la medianoche, momento en el que La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A) volverían a los directos para iniciar una gira después de un parón de más de un año para desconectar y preparar su sexto disco. En la plaza de Santa Teresa y gran parte del inmenso espacio que rodea el Museo de la Evolución de Burgos se agolpaban decenas de miles de personas para disfrutar del evento principal de las fiestas durante la noche del sábado 28 de junio, una de las más calurosas del año.
“Píntalo todo de negro, cuando busques una luz, restos de clavos ardiendo interminable cielo azul. / Marineros del destierro, no dejéis de navegar, por los que se fueron pero están”. Con “Nubes negras” (introducción del álbum “La primavera del invierno”, 15) sonando por los altavoces y cantada por los fans, los siete integrantes del grupo burgalés aparecieron sobre el escenario.
Era la primera vez que Marina López, cantante y guitarrista del grupo de Burgos Sioqué, se vestía con el ya icónico atuendo de camiseta interior blanca y pantalones negros para acompañar al grupo durante la gira. También era la primera vez que Jacobo Naya no se situaba frente a los teclados. El músico gallego anunció su marcha el pasado enero porque sentía que “no podía seguir con esa implicación absoluta” que ha tenido con La M.O.D.A desde 2011, año en el que se formó la banda.
Y ahora sí, acordeón, batería, guitarra, bajo, clarinete, banjo y mandolina comenzaron a sonar para arrancar con la primera canción de la noche, “Mil demonios”, del disco “Salvavida (de las balas perdidas)”, de 2017. Le siguieron “Una canción para no decir te quiero” y “La inmensidad”, del mismo álbum. La voz rasgada y clara de David Ruiz sonaba afinada y potente sobre una música con sello propio: folk rock con influencias varias al servicio de unas letras poderosas, poéticas y con mensaje reivindicativo y existencialista que beben de la tierra, de las raíces y, por supuesto, de las experiencias vitales. A través de las diferentes pantallas instaladas en el espacio para acercar la imagen del directo al público se adivinaba en el cantante una mirada intensa, con unos ojos vidriosos que denotaban emoción y felicidad por volver a tocar en directo.
Lee la crónica completa del concierto en Mondosonoro (30/06/2025)

