Los vecinos que se van de zonas rurales inundables en Valencia: “No podemos vivir con el miedo a la lluvia y arriesgarnos a morir”

Fotografía: Santi Donaire

Los hermanos Carmen y Antonio Molina asumieron su muerte el día en el que la urbanización Los Pinos, en la calle Lugo 4 de Godelleta, una localidad agraria situada a unos 30 kilómetros de Valencia, fue arrasada por las inundaciones provocadas por la DANA del 29 de octubre. “Hasta aquí hemos llegado”, dijo Antonio, de 53 años, a su vecino Vicente Cabrera, de 70, en algún momento de las más de tres horas y media en las que se mantuvieron agarrados a dos columnas de un chalet mientras el torrente de agua les rodeaba por encima de la cintura. “Una vez lo aceptas, llega la calma. Estaba sola y me despedí de todos”, cuenta Carmen con voz temblorosa mientras enseña un cuaderno en el que ha escrito lo que pasó el día en el que murió y volvió a nacer.

Las paredes de la planta baja del chalet pareado de Carmen están marcadas por el agua de color marrón que entró de forma salvaje hasta alcanzar una altura superior a los dos metros. Carmen estaba en la cocina sobre las 17.00 cuando vio que la riada anegaba su vivienda y las ventanas cerradas podrían romperse. Y lo hicieron. “Rápidamente, subí al segundo piso. En pocos segundos flotaba el sofá de mi casa y el agua ascendía por las escaleras”.

Fotografía: Santi Donaire

Como apenas tuvo cobertura en aquellas fatídicas horas, esta maestra de 55 años daba golpes a la pared que comparte con la casa de su padre Antonio, a punto de cumplir 80 años, para saber si se encontraba bien. Afortunadamente, lo estaba: permaneció en el segundo piso toda la tarde. Como no sabía nada de su hermano, cogió una linterna para hacer señales a su chalet, situado enfrente, y obtuvo una respuesta, la de su sobrino. De su hermano tuvo noticias sobre las 21.00 horas, cuando la balsa de agua ya había bajado y desde el balcón le gritó:

– “Eres tú, ¿Antonio?”.

– “Sí, soy yo”.

Días después de la riada y con las labores incesantes de limpieza, la familia Molina lo tiene claro: “Nos vamos, las inundaciones cada vez son más bestias”. Es más, “de las 12 viviendas que estamos en esta comunidad de vecinos, creo que nos vamos prácticamente todos”, dice Antonio.

En los últimos siete años, esta pequeña urbanización situada cerca del barranco del Juncar y muy próxima a una riera por la que discurre el agua para que no se inunde la carretera local CV-424 que conecta con Buñol, ha sufrido las consecuencias materiales de tres embestidas de agua que descendían por estos dos cauces desbordados por lluvias torrenciales. En la de 2018, “el agua entró un palmo de altura”; en la segunda, en 2020, “fue un metro y medio fuera de casa y dentro, medio metro”; y “esta última casi ha sido mortal”.

Lee el reportaje completo en eldiario.es (Publicado el 05/09/2024).

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